La ignorancia sexual y emocional nos hace infelices y tendemos a ella porque así nos educan. Lo sepamos o no, todos hemos recibido una educación sexual, puesto que la sexualización es un proceso que se inicia fisiológica y socialmente cuando nacemos y que nunca dejamos de transitar.
Cuando no es planificada y consciente, la educación sexual se aprende por ósmosis: en los medios, en el entorno directo, en la comunidad y en el porno. Se expresa en eventos aparentemente minúsculos e inofensivos pero que van perpetuando ideas, esas que ni siquiera sabemos que tenemos. ¿Cómo puedo expresar mi deseo si no lo conozco? ¿Cómo descubrirlo teniendo encima un bagaje invisible pero pesado?
Creo firmemente que la respuesta está en la comunicación, en abrir un diálogo con uno mismo y con el otro- basado en la identificación y revisión de ese sistema de creencias que articula nuestro día a día y condiciona nuestras relaciones. El camino para alcanzar este tipo de comunicación es el que da nombre al concepto Intimate Work: un espacio amable y distendido donde la terapia se despoja del manto patológico y el counseling cobra su máxima dimensión en la prevención de problemas cotidianos. Intimidad y trabajo en un contexto ameno pero efectivo. A lo largo de mi carrera he podido constatar que el tratamiento de la sexualidad desde la psicología y desde la medicina no son excluyentes sino complementarios. Nuestra naturaleza biopsicosocial exige un abordaje integral de cada uno de sus aspectos; cualquier otro enfoque será sesgado y conducirá a un tratamiento ineficaz.
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